Ahora se caen las letras de los versos, y se columpian los dolores

entre verdes y oscuros. La lluvia asoma con furia, como si acaso el diluvio fuera sólo el

parapeto necesario para lavar desconciertos. No hay músicas, pero un violín sin cuerdas

caricaturiza el momento solemne en que las manos se abrazan al vacío y las raíces se

pudren sin tierras que las sustenten.

(Espera... sé que vas rumiando desencantos, espera.
Nadie comprometió la sangre ni las lágrimas, nadie.
Nada te aseguraron de las resacas ni de las mareas, nada.
Sabías de las distancias y de los huecos, de los olvidos de los
labios, de las permanentes ausencias. Lo sabías.
¿Acaso las canas han vuelto grises los recuerdos? Espera...)

Devuelvo el aliento, y abro velas al poniente. Detengo las olas para
retomar espumas, aún a sabiendas que se me escaparán por las
hendiduras del silencio, que la boca rozará el amargo sabor del
miedo, como cuando el puente se bamboleaba entre huracanes
inhóspitos, agazapando la lengua entre los dientes sumisos. Filtro el
aire que me resta con garabatos de brisa antes del golpe iracundo, o
del tajo solemne.

(Rumias tantas esperas que tienes que regurgitar heridas invisibles.
Al fin todas las venas escuecen de forma simétrica. Ya lo sabes.
Y ni siquiera debes salvarte haciendo piras con tus excrementos de
viejo contertulio del misterio.
Acaso la huída podrá ser un bálsamo, pero nunca una terapia de sueños)

Corro a las ventanas sin cristales y me reflejo en la lejanía que se
acerca desafiante. No me reconozco porque se me han nublado los
rincones en donde guardaba una copia de mi imagen antes del derrumbe.
Sé que me acecha el espanto de la noche, y las palabras se me escapan
de los versos en un carnaval de susurros.
Aguanto el aire barruntando un vendaval de rojos...

(Aguanta... Espera...
¿Alguien te prometió sonrisas detrás de las máscaras?)

 

- Luis E. Prieto-