QUISE OLVIDARLO

 

Probé a olvidarlo, quise saber cómo era la vida sin su fantasma rondando mis instantes, mis días, mis noches...

Con el fin de exorcizar su imagen de mi mente la vacié, la dejé en  blanco, en un viaje hacia mi interior sin retorno; comprobé la inutilidad de mis esfuerzos y entonces me negué a comer, a hablar, a  hacer cualquier mínimo movimiento que pudiera devolverme su recuerdo.

Pensé que sería fácil, que con suerte en poco tiempo ya no oiría su  voz, no sentiría sus manos ni sus caricias lentas que me transportaban  hacia otro universo mucho más bello.

Y si no, siempre quedaba el último recurso… dejarme morir, acabar con  aquel dolor que parecía no tener final.

En mi entorno, nadie comprendía nada. Hasta los niños de la familia  decían: - Tía Carmen se ha vuelto loca-  y rondaban cantando y gritando a mi alrededor en cuanto sus padres bajaban la guardia y dejaban un  poco la vigilancia que se habían impuesto para salvaguardarme de su  crueldad.

-Eres una loca… la tía se ha vuelto loca… loca, loca, loca.-

alejándose corriendo y riendo en cuanto escuchaban los pasos de algún  adulto.

Lo cierto es que no me importaba. El transcurrir de las horas era tan lento que oírlos me aliviaba.

El sueño era lo único que lograba hacerme olvidar los dardos dolorosos que a cada ratito atravesaban mi garganta hasta casi ahogarme.  Dormitaba la mayor parte del día y de la noche a fin de paliarlo,  intentando no caer en un sueño muy profundo para que no volviera a visitarme en él.

Escuchaba las voces de mis hermanos como ecos lejanos, como si fueran voces alojadas en mi cabeza nada más, no me parecían reales:

-Habrá que hacer algo, esto no puede seguir así. La depresión la está  matando y yo ya me siento impotente, no me hace ningún caso, parece que esté en otro lugar- decía mi hermana Dolores, con pena.

-Si es que mira como se está quedando, parece un pajarillo. Casi le puedes contar los huesos. Si sigue así se va a morir que es lo que  pretende - El tono de mi hermana Isa, la más pequeña era duro, rencoroso casi. No comprendía como podía hacerle eso a ella que tanto se había apoyado en mí y ahora le estaba fallando.

-Voy a llamar al médico- intuí más que oí que decía mi cuñado.

Por la tarde y después de que intentaran hacerme ingerir un caldo con  resultado negativo, llegó el médico.

Me tomó las constantes, hizo un rápido examen mientras intentaba que  yo respondiera a sus preguntas sin resultado.

Parece que la decisión fue rápida porque que en muy poco tiempo llegó una  ambulancia para trasladarme a la clínica. Al llegar todo fueron manos y pinchazos, en seguida me encontré entubada, con suero para   alimentarme, en fin pusieron todos los medios que se ponen en estos casos. Sabía que la próxima visita sería la del psiquiatra, intentando comprender y curar mi "locura".

Me pregunto porque no pueden dejarme morir en paz; mi vida no es  vida. No estoy enferma de cuerpo es cierto, pero sí lo está mi alma.

No tengo objetivo alguno, estoy muy cansada de luchar y sé que él me espera allí, en el otro lado. Es lo único que quiero en estos  momentos, descansar y dejar de padecer aquí, en este mundo que ya no  me interesa.

Me queda poco ya, las fuerzas van acabando aunque nadie entiende la razón de que los potingues que me están dando no hagan efecto y es  que para seguir viviendo es necesario querer hacerlo y yo… no quiero.

 

                     Araceli García. Palma de Mallorca