PARA CYNTHIA

Dormí inquieta porque estabas a mi lado. Tenía miedo a hacerte daño, a despertarte, a molestarte; de vez en cuando, te dabas la vuelta y me buscabas, tocabas mi piel con tus manitas, para conseguir la seguridad en tu sueño plácido y suave.
Estuve horas así, contemplando tu cara, acercando la mía para sentir en mi mejilla el calor de tu respiración; no quería dormirme, no quería, para guardar en mi corazón tu imagen, la ternura que me estabas regalando.
De vez en cuando aspiraba el olor de tu piel; dulce olor a infancia, a inocencia, ese olor que me traía recuerdos de otro niño, de otros momentos similares;  tiempos casi olvidados que tu trajiste a mi memoria sin quererlo.
Al final, caí rendida, cerré los ojos y concilié el sueño; envuelta en el calor de tu cuerpecito, con tus bracitos rodeando mi cuello.
Cuando desperté, por la mañana, con el sol entrando por la ventana, estabas ahí, mirando y sonriendo.
Me abrazaste y me llenaste de besos, diciéndome: “¿puedo ver los dibujos, tía Celi?”.
Claro, mi niña, lo que tu quieras… lo que tu quieras.

- Araceli García- Palma de Mallorca