EL BOTIJA

 
El “Botija” no le hace honor al nombre. El “Botija” no es ni redondo ni frágil. El “Botija” debería llamarse mejor el “lagartija”, porque el “Botija” es ágil y veloz como una lagartija. Pero el “Botija” es el “Botija”, y punto.

¿Que por qué le decimos el “Botija”?, por lo mismo que el “Rubio” (negro como el hollín) es el “Rubio” o “Rompehigos” es “Rompehigos”. Vaya usted a saber. La “Botija” es su madre y el “Botija” es su abuelo y ya está.

Mi padre dice que su abuelo, en la siega, estaba siempre pegado a la botija: ¡”Botija”, que nos vas a dejar sin agua!, ¡”Botija”, ya está bien, que bebes más que trabajas! Y el “Botija” abuelo abandonaba el agua como quien, marchando a las cruzadas,  dejaba a sus seres más queridos.

El “Botija” -mi amigo, no el abuelo-, además, se escapa de misa casi todos los domingos. El “Botija”, de mayor, quiere ser comunista, como su padre. Por eso, siempre que puede, se escapa de misa sin que don Francisco, el maestro, se entere (o se de por enterado). Porque don Francisco, el maestro, es listo como el hambre, con la que pasa el hombre..., bueno, eso es lo que dice mi madre:

-Anda, niño, que tienes más hambre que el maestro de escuela... .

El “Botija” quiere ser comunista, pero él no se considera pobre. Que el “Botija” no es pobre, vaya, por lo menos eso dice él. Dice que come todos los días por lo menos una vez y que caliente, lo que es caliente, casi todos los días. Más que el “Pulga”, porque el “Pulga” dice que muchos días no come nada más que cuando vamos a jugar por la tarde a la bodega de Perico “Vinos” y su padre nos da galletas para que no se nos salte la hiel mientras Perico “Vinos” se come un bocadillo de salchichón.

Bueno, por la mañana sí que comemos todos, por lo menos, cuando hay colegio: el maestro nos da un vaso de leche americana y un trozo de queso amarillento y sequerón, que, con lo salado que está,  pide pan y agua como los malos de las películas del oeste cuando se pierden en el desierto.

Perico “Vinos” es buena gente, pero a Perico le gusta que sepamos que es rico y come todos los días, por eso, Perico, no come queso americano y nos lo da a los demás, Perico dice que él come por las mañanas un “hoyo” de pan y aceite y que por eso no tiene hambre en el recreo. Pero Perico no quiere vender el queso, su madre le dice que eso no es de buenos amigos, y eso que Luis el “Pilili” quería comprárselo por una perrilla (el de toda la semana, claro).

Luis el “Pilili” no es que sea bujarrón, el bujarrón es su tío. Su tío, el “Pilili” primero, el sastre. A éste, lo que más le gusta es tomar la medida de los pantalones, sobre todo al medir el tiro de la entrepierna. Cuando “Rompehigos” se hace un pantalón nuevo todos los años por feria, el pueblo entero se entera, empezar el “Pilili” a tomarle la medida y “Rompehigos” a protestar, todo era uno:

- “Pilili”, maricón, le vas a tocar los huevos a tu puta madre. -Esa es la señal, ya le ha tomado medida de un nuevo pantalón el “Pilili” a “Rompehigos”.

En vista de la ilusión que al “Pilili” le hace tomar la medida de un pantalón a “Rompehigos”, en la pandilla no hace falta ya  preguntarse por el motivo del “nombrajo” (el apodo, vamos). Pero la intriga que nos reconcomía por dentro desde hace tiempo era si “Rompehigos” hijo se parecería a su padre en los bajos.

-Algún día, -decía el “Pilili” chico- cuando vayamos a bañarnos la alberca de “Miguelito”, me tengo que fijar.

Y entonces, el “Botija”, no fallaba:

- “Pilili”, que eres más maricón que tu tío, joder.

Pero el “Pilili” no era maricón, lo que pasa es que le gustaba el pitorreo más que a un tonto un lápiz.

El “Botija” sí que era un amigo de verdad, y eso que el maestro y el cura decían que los rojos y los que no van a misa están en pecado y van al infierno.

“Rompehigos”, que es más bien bruto, como su padre, decía el otro día que si el “Botija” iba al infierno y el tío de Perico “Vinos”, que va a misa todos los domingos, iba al cielo, con lo hijoputa que era ... él prefería irse al infierno.

Porque Perico es buena gente, muy rico, eso sí, pero buena gente. Hasta el “Botija” lo dice:
- Cuando ganemos los comunistas, a Perico le dejamos las viñas.

Porque el padre de Perico tiene viñas, viñas y bodega. Y no estaba bueno el mosto ... El día que  se emborrachó el “Pilili” chupando la paja que metíamos en las botas cuando nos mandaban a echarle de comer a los ratones y no nos veían, el padre de Perico, que fue el que se dio cuenta de que el “Pilili” estaba más borracho que “Rompehigos” el viernes santo, fue por el coche para llevarlo a su casa y le dijo a su padre que había sido por los gases de la bodega. Para que no le pegaran una paliza. El padre de Perico si era buena gente.

Por eso, el “Botija” le quería dejar la bodega cuando los comunistas mandaran en España... Y eso que don Pedro, el padre de Perico “vinos”, tiene hasta coche propio y cuando nos ve camino de la estación, para y nos deja  montarnos en el coche, claro que de vez en cuando, tenemos que empujarlo para que arranque. Porque el coche es de antes de la guerra. Rompehigos dice que si nos fijamos bien, en una puerta se nota el agujero de una bala ...

El domingo pasado hacía buen tiempo, por la mañana cuando íbamos a misa, en fila, con el maestro, hacía un frío que pelaba, de los canalones colgaba algún que otro carámbano todavía sin descongelar, y eso que eran ya las diez. Ya podía el párroco haber puesto la misa de los niños a otra hora. Vaya injusticia, la misa mayor, a las doce, para que nuestros padres se vayan de allí al bar. Y los niños, ala, a las diez todos en fila camino de la iglesia.

El cura dice que los niños no deben estar mucho tiempo en la cama, y menos despiertos, que los malos pensamientos y la vitalidad infantil eran malos consejeros y después, venía lo que venía: se reblandece el cerebro, se pierde la vista...   Y eso no era lo peor, que me acuerdo cuando el cura nuevo, don Ramón,  nos contó lo que le había pasado a un niño de Madrid, que se quedó un domingo en la cama sin ir a misa y, además, cuando lo atacaron los malos pensamientos ... Pues al despertarse, se asomó al balcón y como se había debilitado mucho, se cayó, se mató y fue al infierno. Y eso que fue su único pecado.

Así es que los domingos a las nueve, el baño, la ropa limpia y a misa y después, a jugar hasta la hora de comer.

Pues ya digo, el domingo hacía buen tiempo. El “Botija”, al llegar a la esquina de la calle del Hospital se acercó al “Pilili”, le dijo algo al oído y aprovechando el descuido del maestro echó a correr la calle abajo. El “Pilili”, apenas en un susurro, me dijo: “después de misa, en la cuatro esquinas, díselo a los demás”.

....Cuatro esquinas ..., cuatro esquinas..., la cita se fue corriendo de boca en boca hasta que el maestro, con una tos seca y como quien no se ha dado cuenta de nada preguntó si estábamos todos... . Silencio sepulcral, ¿quién echaba la mentira? Que eso también era pecado ¿eh?.
Como casi cada domingo fue él mismo el que nos sacó del apuro: “si, hace un momento os conté...”. Respiro general y sonrisa beatífica e inocente del maestro. ¿Será tonto don Francisco?. Pues otras veces no lo parece.

La misa fue de lo más normalita el “Pilili”, “Perico” y unos cuantos más fueron a confesar, el maestro que los mira...
-¿Qué habréis hecho?... mirad que luego pasa lo que pasa con la vista....
-No nada don Francisco, es que hacía dos semanas,...
-Ah bueno.

Porque esa era otra, la confesión. En el pueblo hay tres curas, el párroco, don Juan, que es bastante viejecito y sordera, ese, como ha vivido mucho y hasta los rojos, en la guerra, lo respetaron, era más comprensivo. El coadjutor, don José, que es quien dice la misa de los niños y lleva ya bastante tiempo en el pueblo, tampoco es malo, le gusta mucho el fútbol y tiene un equipo en el que juegan mis hermanos mayores; en las ferias de los pueblos, van a jugar y en Villanueva, hasta ganaron, a la camioneta le rompieron los cristales y todo. Y después esta el otro cura, el joven, don Ramón, que solamente está por unos meses y que cuando vamos a confesarnos con él no hace nada más que preguntar y preguntar.  Don Francisco dice que la confesión es un sacramento muy serio y que hay que hacer una buena confesión. Pero con el párroco, como está sordo y además ya no tiene ganas de preguntar ni nada, pues va uno y dice “padre, me acuso de que he cometido varios pecados” susurra uno un poquito sin decir nada, y va el cura y te dice “dos padrenuestros y un avemaría, anda, hijo vete con Dios” y ya estás perdonado.

 Ahora, que el cura nuevo... ese lo quiere saber todo, “¿cuántas veces?, ¿solo o acompañado?, ¿de pensamiento o de obra?” y te suelta lo de que se te seca el cerebro, que si te puedes quedar ciego, que si la santa niña ... un rato grande, vaya. Y encima, te mira de una manera... El padre de “Rompehigos” dice que ese curita, don Ramón, tiene que tenerlos como el caballo de Espartero de no usarlos y que por eso pregunta tanto: “pa regodearse”. Y no nos quiere explicar qué es eso.

Bueno, pues esta mañana, la cola para confesar con el párroco llegaba hasta el confesionario de don Ramón, el cura nuevo. Y éste, más solo que la una, siseando para que el último de la fila del párroco se volviese, lo mirase y se cambiara de cura para confesar y el último, que era “Perico” haciéndose el tonto como quien no oye nada.. A todo esto, don Francisco, el maestro que se da cuenta del asunto y se acerca a “Perico”. Pedro, ve a confesarte con don Ramón, le dice, y “Perico”, que se sigue haciendo el tonto, dice que no se había dado cuenta y, más colorado que un tomate, se va para el cura nuevo, no le dio tiempo ni a comulgar, media misa lo tuvo el tío de rodillas. Y anda que de penitencia ... tuvimos que esperarlo al terminar la misa y todo, a “Rompehigos” le dio tiempo hasta de fumarse un cigarro de matalahúga detrás de la torre del castillo.

Por fin, cuando terminó la misa y estábamos todos en la plaza, miradas furtivas al maestro... y  “en compaña”, disimuladamente, como quien no tiene prevista ninguna trastada en particular, camino de las cuatro esquinas seguidos por la mirada mitad inquisitiva mitad... de don Francisco. Yo creo que nos miró con un poquito de envidia, ¿o no?.

En cuanto que el maestro se dio media vuelta, echamos todos a correr camino de las cuatro esquinas, al “Pilili” le faltó tiempo para contarle al “Botija” lo que le había pasado a “Perico”.

- Joder, “Perico”, tú venga a  rezar y vengan misas, pero le das a la manivela más que un tonto a un lápiz.
- Este, como come todos los días, tiene una fuerza ..., como se le seque el cerebro se va a enterar -comentó “Rompehigos”.

La bofetada me la llevé yo. Como estaba callado y no me la esperaba ... “Rompehigos” se quitó a tiempo. Total, una “mosqueta”, la camisa manchada y un botón arrancado. A Perico se le cayó un diente, menos mal que se le movía ya ...

-Bueno, vámonos que los de Alamillo ya habrán salido y como lleguen antes cogen el castillo- insistió Rompehigos cuando se hizo la calma.

El castillo. El maestro dice que  es una torre romana en ruinas, o fenicia, que un día se encontraron allí unas monedas más gordas... Ya, apenas quedan dos metros por la parte más alta. Está en la cima del Cerro de la Oreja y desde ella se ve desde Alamillo hasta Villabermeja, el calvario, el pilar de arriba, hasta el pilar de abajo, que está cerca del cementerio .... Con un par de tirachinas y una honda de buen esparto com la que tiene el cabrero, no había “enemigo” de Alamillo que se atreviese a jugar en todo el cerro, porque la cuestión es llegar los primeros.

- Tranquilo, “Rompehigos”, que desde Alamillo se tarda lo menos un cuarto de hora más que desde Villabermeja. Y la misa dura lo mismo, así que menos prisa - responde Perico limpiándose la sangre mientras me mira de reojo.
-Si, pero si empezamos a pelearnos nosotros aquí... - corté yo viéndolas venir y sin más ganas de liarla.
- No es para tanto. Estos ya son amigos otra vez. ¿A que sí? -Intercedió el “Botija”, que estaba ya deseando tomar posiciones. Lo de apedrear a los “alamilleños” es una de sus pasiones- Venga, vámonos ya, que hoy está mi primo Manuel. Dice que nos espera en el Pilar de Arriba. Como él ya no va a la escuela, no tiene que ir a misa.

Y Manuel era peligroso, es el más valiente de todos. Un día que “Bastián” el Municipal intentó quitarle la pelota por romperle un cristal al boticario, le pegó un cabezazo en la barriga y salió corriendo con ella para su casa.
Cuando don Paco, el alcalde, le contó al padre de Manuel lo que había pasado, éste, después de la paliza, lo sentó en una silla, lo ató y colgó la silla de  una viga hasta la hora de comer.

-Pues como me quite otra vez la pelota, se va a enterar -fue el desafío de Manuel.

Y “Bastián” no le volvió a quitar la pelota.

Cuando íbamos, ya a las afueras de Villabermeja, camino del Cerro de la Oreja, al llegar a la piedra “arrastraculos”, “Rompehigos”, que iba el primero, se paró de golpe y como si fuese un indio de las películas, se tumbó y nos hizo señales. Todos nos tumbamos en el suelo y muy despacito asomamos la cabeza por lo alto de la piedra: su padre iba con el caballo camino de la viña.

- Esperad a que pase, que no se entere de adónde vamos. El otro día llegó mi hermano descalabrado y encima le pegó una paliza: dejó mellado de un palo al hijo del alcalde de Alamillo.

- Es que aquí no se le pueden pegar pedradas nada más que a los pobres -protestó el “Botija”, que no pierde ocasión de demostrar que quiere ser comunista ...

- Pues mi padre también tiene una finca y a mí me hizo un piquete el “pilili” el mes pasado -puntualizó “Rompehigos”.

Y era verdad, “Rompehigos” también tiene una finca, y vacas y cochinos, lo que pasa es que tiene menos dinero que don Pedro y por eso la gente no le pone el “don”. Pero es que tampoco le pega, dice mi madre, porque cómo es tan bruto y tiene tan mala fama ...

Una vez, le oí decir a mi padre, que no se dio cuenta de que yo estaba detrás de la ventana, echaron a “Rompehigos” de una casa de putas en Sevilla porque tenía una pinga tan grande que hasta esas mujeres se asustaron al vérsela.

Y además, don “Rompehigos” no pega, y como nadie sabe cómo se llama de verdad ...
“Rompehigos” dice que su padre se llama como él, Juan.

Pues si no fuera por don Francisco el Maestro, nosotros tampoco sabríamos que se llama Juan.

Cuando el caballo de “Rompehigos” padre se perdió detrás de la loma, calladitos y  a rastras, como hacen los indios en las películas, vaya,  nos fuimos asomando hasta verlo perderse entre los olivos.

- Anda que si nos llega a pillar y se entera ... -dijo Perico.

-Pues anda que él ... - respondí yo, que había oído a mi abuelo contar peleas suyas y de mi padre, de cuando eran chicos, con la gente de Alamillo.

Porque mi abuelo, cuando me riñe mi padre, sale a defenderme y dice que él si que “era un prenda...”. Un día lo tuvieron detenido los serenos de Alamillo toda una noche porque fueron a la feria del pueblo a salir con las muchachas de allí y terminaron a bofetadas y botellazos con los alamilleños. Tuvieron que ir mi abuelo y el de “Rompehigos” a por ellos y pagar la multa.

- “Rubio”, móntate en un olivo a ver por dónde va mi padre -dijo “Rompehigos”.

Y es que si el “Botija” era como una lagartija, el “Rubio” es como un gato. Morenillo y renegrido, pesa menos que una pluma y se monta hasta la copa de un eucalipto en menos que canta un gallo.

El “Botija” dice que el “Rubio” come caliente todavía menos que él y que por eso es tan chiquitillo y desmirriado. Pues yo no sé de donde sacará la fuerza, pero se agarra a las ramas de los árboles como una garrapata y no hay forma de despegarlo.

Un día que vimos en lo alto de un algarrobo un manojo de algarrobas tan grandes como la oreja de un borrico nos apostamos con él una perra gorda a que no era capaz de subir por ellas. Pues se ganó la perra gorda y encima se hartó de algarrobas, como no se fiaba de nosotros, se las comió allí mismo antes de bajarse y encima, tuvimos que darle la perra gorda.

- Anda “Rubio”, “Chupao”, que parece que no comías desde el mes pasado -le dijo Perico “Vinos”.

- Bueno y qué, pues dile a tu tío que le pague a mi padre la tala del mes pasado y verás como teníamos para comer.

A Perico le faltó el canto de un duro para subirse al algarrobo y liarse a tortas allí mismo con el “Rubio”. Menos mal que “Rompehigos”, que era más bestia que su padre, lo sujetó:

- Joder Perico, si es verdad, si tu tío es el tío más tramposo del pueblo. Ya ves hasta tu madre ha dicho que es más “agarrao” que el rabo de una sartén.
- ¡Eso es mentira!

- Si... pues tu madre se lo dijo el otro día en mi casa a la mía, que lo oí yo mientras me lavaba los pies.
- ¿Si? Si tú no te lavas los pies desde que te lavó la partera. Ya ves, tu madre dice eso de

“cada dos meses o tres,
debes lavarte los pies”.

Bueno, pues por donde íbamos. Cuando el “Rubio” se bajó del olivo. Tiramos ya todo seguido para el Cerro de la Oreja.

- Maldita sea ... ¿no os lo dije yo? -saltó “Perico”señalando al “Botija”  - ya están los alamilleños liados con el primo de ése.

- Menos mal que mi primo Manuel los tiene más grandes que “Rompehigos”, que si no...

- ¡¡¡Y está sólo en el castillo frente a los otros!!! - Fue el grito de admiración del “Pilili”.

Y era verdad, Manuel, el primo del “Botija” estaba sólo con un tirachinas haciendo frente a todos los alamilleños.

- Lo menos siete -dije yo.

El “Rubio”, que con el hambre, tiene agudizado el ingenio (por lo menos, eso dice don Francisco, el maestro), nos hizo callar a todos y comenzó a hacernos señales. Con los bolsillos bien llenos de chinos y los tirachinas en posición de “apunten”, nos fuimos colocando detrás de los alamilleños, bien resguardados, hasta que a la señal de “Rompehigos” de que todos estábamos en nuestro sitio, lanzamos una andanada que sorprendió a los otros.

Cuando se vieron rodeados y, creyendo que éramos más que ellos, echaron a correr mientras se defendían a pedrada limpia, Perico se resbaló, cayó por un peñasco y empezó a gritar de dolor.

Fue Luisillo el “Tacatá” el primero en darse cuenta y empezó a gritarnos:

- ¡Eh, parad, que uno de los vuestros está llorando!

Efectivamente al oír el grito en ese silencio momentáneo que provoca la desconfianza, oímos los gritos de Perico “Vinos”. Todos acudimos al momento alrededor del pobre de “Perico”.

- Joder, todos los ricos parecéis tontos, a ti te tiene que pasar todo -fue la primera salida del “Botija”.

Pero la cosa parecía seria, Perico estaba blanco como la pared. Y tenía el pie torcido como el del “Cojo lechines” el primo del “Rubio”. El “Tacatá”, que es de los ricos de Alamillo, decía que no era culpa de ellos, que eso no era de una pedrada.

- Como digáis en Villabermeja que hemos sido nosotros, os enteráis, ya no venimos más a pelear ...

- Lo que pasa es que este tío es tonto -fue toda la respuesta del Botija.

- ¡Vámonos para el pueblo, ya se acabó la pedrea por  hoy. Pero el domingo que viene, si no llueve, otra vez nos vemos aquí, ¿vale? - Saltó Luisillo el “Tacatá”.

Porque “El Tacatá” es rico, pero es muy valiente. Su padre vino al pueblo a una feria y lió una tan grande que la Feliciana se enamoró de él y se casaron y todo. Anda que le dieron una “cencerrá” en Villabermeja ... La noche de la boda del padre de Luisillo y de la Feliciana se formó la pelea más grande que se recuerda en el Cerro de la Oreja.

Primero, en la boda, se juntaron un montón de gente de los dos pueblos, todo tan bien, pero cuando todos estaban hartos de vino y se acabó el convite, empezó el jaleo, primero se formó la “cencerrá”. Todos de acuerdo. Aquello se merecía un escarmiento. Hasta ahí podíamos llegar, una de Villabermeja y otro de Alamillo. Pero lo malo fue cuando empezó el vino a decir aquí estoy yo.

- ¡“Tacatá” cuidado que eres tonto, cargar con una “bermejilla”!. ¡Más puta que las gallinas!

Y se lió. Primero salieron las botellas, cuatro descalabrados y otros tres o cuatro con unos cuantos dientes menos. Los más prudentes echaron a correr hacia Alamillo. Y cuando los bermejinos vieron que la cosa se ponía a su favor, redoblaron los botellazos, los acompañaron de pedradas y los alamilleños tuvieron que tirar para el pueblo.

En las cuestas del Cerro de la Oreja los alcanzaron mis paisanos y cuando los otros se vieron fuertes y desde arriba, se volvieron las tornas, piquetes y melladuras para los bermejinos. Tuvieron que acudir los alcaldes, los municipales y la Guardia Civil de los dos pueblos y hasta que no sonaron dos o tres tiros no paró la cosa.

- Oye “Tacatá” ¿y si vienes tú al pueblo con nosotros, para que vean que no estábamos de pelea? -Dijo el “Botija”.

- ¿Me vais a apedrear luego?

- Joder, ni que fuéramos como los “judíos”, que vendieron al señor. - Fue la respuesta de Perico.

- ¡Eh!, ¡Tú que eso de los judíos te lo han enseñado los fascistas! Que mi padre dice que todo eso es mentira. ¡Te parto la boca como hables mal de esos “desgraciaos”!.- fue la respuesta tajante del “Tacatá”.

- Pues mi tío dice que los comunistas y los judíos tienen la culpa de todo. - Respondió Perico

- ¡Y a tu tío le va a partir la boca mi padre cuando se entere!. - saltó el “Botija”-
 ¡Bueno, venga! Ya está bien de  tanta pelea, ¿no estabas llorando hace un momento? - Se dirigió a Perico mientras entre “Tacatá” y él le ayudaban a levantarse.

-¡Cárgamelo a la espalda!. El “Botija” con todo lo canijo que estaba, se echó a cuestas a Perico y tiró la cuesta abajo mientras “Tacatá” sujetaba por detrás a Perico para que no tuviese que ayudarse con la pierna rota.

 Y todos, en procesión, camino de Villabermeja. Bermejinos y alamilleños en buena compaña charlando de nuestra última pedrea, nuestro último partido, de la alberca de Miguelito, joder que está fría el agua en pleno verano...  Pero yo no acabo de fiarme, lo de que somos unos traidores, no se le cae de la boca a los capullos esos de Alamillo.  Joder, ¿qué culpa tenemos de ser más listos que ellos?
Menos mal que “Tacatá” está al tanto de todo.

- ¡Te voy a dar dos ostias que te parto la cara, gilipollas!. Las peleas, con dos cojones, en lo alto del cerro. Si se acabó la pelea, se acabó y tan amigos. ¿Vale ya?.

La entrada al pueblo fue buena de verdad, don Francisco el maestro estaba tomándose una cerveza en el Casino y nos vio llegar desde lejos. Los tobillos empezaron a temblarme, miré al “Pilili”, temblaba más todavía. Normal. El “Botija”. Sí, cojones, carga tú con el Perico este ... voy a temblar yo porque esté allí el maestro ... El pobre de don Francisco, listo como el hambre que dice mi padre que pasa, que se mete para dentro a pagar o lo que sea... temblores que pasan ... y el “Botija” que hace un momento temblaba por el peso de Perico, que corre que se las pela para pasar delante del Casino como una bala. Más vale confesar una debilidad física que otra de yoquesécomosellamaeso, pienso yo. Y si no había nadie en la calle, ¿como es que el padre de Perico viene ya con Félix el Practicante por la calle arriba?

Pues no lo sé, viene diciendo no se qué de don Francisco... , El padre de Perico le echa mano al “Botija” mientras el Practicante le pasa la mano por el hombro, ayudan a bajar a Perico, el médico, el taxista, la madre de Perico, el Maestro, los vecinos, la chacha, ...
Ya todos dentro de la casa menos nosotros, el “Tacatá” me mira como diciéndome que no empecemos ya a apedrearlo. Joder, “Tacatá”, que no te pasa nada... le digo yo. El padre de Perico que sale, nos pregunta qué ha pasado mientras su manaza enorme se apoya con un deje de cariño sobre la espalda del “Botija”,el “Tacatá” que empieza a cumplir su parte del trato.

-Verá usted, es que habíamos quedado en el Cerro de la Oreja para jugar un partido y Perico se cayó de un peñasco...
-¿Eso se lo vais a decir así a su madre, ¿verdad?- Responde el padre de Perico

Yo no sé ya si es una orden o un ruego...

-Pues claro, la verdad ... Esta vez es don Francisco el que ha cortado la conversación.

Y yo que me hago un lío, este maestro es tonto... no quiere que digamos mentiras y eso que dice ... es mentira...o es tonto. ¿Será que los mayores pueden decir mentiras y no es pecado?. Mi abuelo decía no sé qué de las mentiras piadosas ... Pues eso será, yo qué sé.

El “Tacatá” que aprovecha la presencia de don Francisco y del padre de Perico para batirse en retirada y ya en la distancia se vuelve y pregunta:

-¿Vais a ir el domingo que viene al Cerro?
Y don Francisco, ¿será tonto de verdad?

-Oye, Luis, que no he visto el balón, a ver si os lo habéis dejado en el Cerro..., dale saludos a tu padre...
 

-Manuel Cubero-